¿Por qué hablar de la desertificación es relevante? En la era del antropoceno, factores como el cambio climático, la contaminación, la deforestación, la agricultura y la ganadería intensivas están agravando el riesgo de desertificación en todo el mundo. Sin embargo, existen algunas soluciones a la desertificación. Hablamos sobre estos temas con el experto agrónomo Guido Cencini, estratega de LCA & Forestry Strategist de zeroCO2. 

¿Qué es la desertificación? 

Cuando hablamos de desertificación, nuestra mente tiende a relacionar este fenómeno con la imagen de paisajes desérticos cálidos y áridos, caracterizados por dunas de arena, el sol, el calor, como el desierto del Sahara. Sin embargo, esta asociación entre desierto y desertificación resulta ser una simplificación parcial e inexacta de un proceso de naturaleza muy compleja.

La desertificación consiste en la degradación continua y progresiva del suelo debido a la pérdida de la materia orgánica o humus que lo hace apto para la vida. Si faltan estos nutrientes compuestos de carbono y azúcar, el suelo muere, convirtiéndose en desierto, con consiguiente pérdida de biodiversidad y de suelos fértiles que podrían hospedar bosques, cultivos o actividades productivas. El desierto es, por tanto, el punto de no retorno, el resultado final e irreversible del proceso de desertización de una determinada zona. 

Como señala Guido Cencini, LCA & Forestry strategist de zeroCO2, las zonas que padecen desertificación son siempre tierras ya consideradas de riesgo, es decir, territorios donde actividades como la deforestación, la agricultura y ganadería intensivas o la urbanización se han llevado a cabo de forma incontrolada, llevando a la degradación del suelo. 

Las causas de la desertificación

Las actividades relacionadas con la producción ganadera o la agricultura intensiva ya provocan sequía y la consiguiente degradación del suelo. Sin embargo, el riesgo de desertificación se ve considerablemente agravado por el cambio climático. El Atlas Mundial de la Desertificación es una valiosa fuente de información sobre la degradación del suelo y contiene una serie de mapas específicos para cada una de las causas que conducen a la desertificación.

Por un lado, el suelo tiende a volverse más seco con el aumento de las temperaturas, catalizando los procesos de degradación en acto. Por otro lado, el cambio climático puede aumentar la salinización: en algunos casos, los acuíferos poco profundos pueden sufrir la infiltración de agua de mar, que luego se utiliza para regar los cultivos. Junto con la falta de precipitaciones, regar los campos con agua salada provoca un drástico agotamiento de la materia orgánica. Otras causas antropogénicas son la contaminación y el uso ineficiente de las tierras potencialmente fértiles, por ejemplo, para la edificación y urbanización.

En contra de lo que se suele pensar, estos fenómenos son universales ya que comparten una única atmósfera, lo que significa que la desertificación no solamente afecta a África, América Latina o Australia, sino que también atañe al continente europeo. Italia, España, Portugal y Grecia tienen zonas con un riesgo especialmente alto de desertificación. 

España se caracteriza por el 74% de su territorio susceptible de desertificación, en particular en las regiones en el suroeste de la península, así como Canarias oriental, la isla de Menorca y las reservas naturales alrededor de Madrid. En las zonas áridas “un solo grado demás alteraría todo el ecosistema, provocando la desertificación y la pérdida de fuerza del suelo”, explica Guido.

Posibles soluciones a la desertificación

No obstante, existen algunas soluciones a la desertificación, como comenta Guido: la prevención y la reforestación. 

  1. Prevenir la desertificación significa preservar y cuidar las zonas de bosque y vegetación autóctona existentes, evitando su exposición a actividades y factores de degradación del suelo.  
  2. La reforestación, que se debe realizar de forma consciente, analizando previamente el contexto, el suelo, el tipo de cultivos que se van a plantar y siguiendo un plan de mantenimiento para el cuidado de las plantas y los árboles. Para que el proceso de reforestación sea beneficioso, los árboles plantados deben permanecer vivos. Por el contrario, subraya Guido, el fracaso anularía los beneficios, incluso provocando más contaminación.

En este contexto, reforestar en entornos donde nunca han existido ecosistemas forestales resultaría dañino. Además, es crucial entender la importancia de los sistemas agroforestales equilibrados que constituyen la principal barrera para contrarrestar la expansión de este fenómeno. En Guatemala, el vivero ZeroCO2 alberga una serie de árboles frutales y cultivos autóctonos cuidados escrupulosamente por los campesinos de las comunidades locales. Esta es la fuerza de su resistencia y el valor de nuestro compromiso contra la desertificación.

¡Adopta un árbol!

Apoyo a la reforestación en Guatemala.

Cedro

Protección ambiental
330 Kg/año de CO2 absorbidos
Guatemala

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Escrito y traducido por Alice Spada

 

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